Hay una magia de incertidumbre en las primeras veces de nuestras vivencias. Las primeras veces se recuerdan como se recuerdan los viajes, es así que -como en un viaje- se procura que nada pase desapercibido, se intenta entrenar la vista, hacerla amplia para guardar imágenes, se entrena el oído, el gusto, el tacto, el cuerpo entero se prepara para el conocer.
El conocer es entonces un acontecimiento, lleno de avidez, y al mismo tiempo, lleno de emotividad y nerviosismo. El espíritu se halla en cierto estado de alerta, expectante, cada sensación del acontecer nuevo es siempre una huella impresa, la marca para iniciar un camino.
En las primeras veces -como en los viajes- se prefiere evitar las equivocaciones, pero equivocarse es inevitable, el rumbo no es definitivo, la curiosidad, incluso el miedo, desvían un camino trazado en el imaginario y van abriendo paso al camino del viaje; el recuerdo privilegia esto accidental como una anécdota como un dispositivo de aprendizaje, de toma de conciencia, de transformación.
Queremos -como en los viajes- aprender de otros que ya han andado caminos que hasta ahora pisamos. Al empezar su recorrido por Las ciudades invisibles Ítalo Calvino se preguntaba ¿Qué es hoy la ciudad para nosotros? “Las ciudades -dice- son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos”.
Cómo él nos preguntamos ¿Qué es la escuela para nosotros? Y tal parece que empezamos a seguir lugares comunes de un itinerario. Así como las ciudades, son las escuelas. Lugares donde se establece el trueque, de palabras, de deseos, de recuerdos. Es así como las escuelas llegan a ser el territorio del destino que hemos elegido. Cuando nos referimos a la escuela no hablamos del espacio cerrado y concreto de un territorio delimitado, amurallado. Las escuelas invisibles son lugares que nacerán del corazón de las escuelas invivibles. La escuela sin muros es nuestro lugar de exploración, la escuela que es territorio abierto para la vivencia, para el suceso, para el intercambio y por lo tanto para la transformación.
A estos maestros que hoy nos acompañan en su formación inicial les invitamos a escribir sus relatos, sus crónicas, sus experiencias, mediante la narración. Creemos que la palabra es alimento para el espíritu, para el sentido, para la creación.
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